martes, 31 de marzo de 2009

EL ARTE DE PREGUNTAR, EL ARTE DE RESPONDER


El filósofo francés Óscar Brenifier ha visitado la ciudad de Málaga, respondiendo a la invitación del Grupo de Trabajo “Arte, Filosofía y Práctica Filosófica”, a la sazón, miembros de la Asociación Andaluza de Filosofía, y a una petición de asesoramiento externo formulada al Centro de Profesorado de Málaga, y no ha dejado a nadie indiferente. Óscar Brenifier es doctor en Filosofía, Director del Instituto de Prácticas Filosóficas, Director de la Revista “Diotime-L’Àgora” sobre Didáctica de la Filosofía, y orientador filosófico. Es uno de los más importantes representantes a nivel mundial del movimiento de Filosofía Práctica y Cafés Sócrates o Cafés Filosóficos, y ha impartido numeroso talleres filosóficos con adultos y niños en muchos países. Es autor de un buen número de publicaciones de iniciación a la Filosofía y de Didáctica de la Filosofía, y coautor del Informe de la UNESCO sobre el estado de la Filosofía en el mundo: “La philosophie, une école de liberté”.
Tres fueron los talleres en los que Óscar Brenifier ejerció de animador del diálogo filosófico: el martes 17 de marzo, en un aula del Centro de Profesorado de Málaga, con un grupo de profesores y profesoras procedentes de las provincias de Córdoba y Málaga, y el miércoles 18 de marzo, de las 9,15 a las 11,15 horas, con un nutrido grupo de adolescentes de 1º de 2º de Bachillerato del I.E.S. “Santa Bárbara” de Málaga, y acto seguido, de las 12 a las 14 horas, con un grupo más reducido de adolescentes de 1º de Bachillerato del I.E.S “Fernando de los Ríos” de la misma ciudad.
En plena degustación de una paella, a orillas del mar, Óscar Brenifier afirma que, al organizar y lanzar el diálogo, actúa como Obelix cuando se encuentra con los romanos: primero golpea y luego pregunta. No todo el mundo admite y se siente capaz, según el caso, de digerir su estilo agresivo, el celo con el que saborea la práctica de la ironía socrática, ni la fidelidad al maestro, al plantear una discusión dialéctica de corte aporético, muy alejada de las exigencias académicas al uso. Como afirma en su libro El diálogo en clase, la actividad filosófica es una actividad singular que se configura a sí misma en su ejercicio, y está determinada por tres operaciones: la identificación (pensar al otro a partir de uno mismo); la crítica (pensarse a uno mismo a partir del otro); y conceptualización (pensar en la simultaneidad de uno mismo y del otro). Es esta última fase un proceso por medio del cual el sujeto descubre los conceptos que están en la base de sus preguntas, de los problemas que se plantea, para proceder a continuación a su análisis, discriminando gracias a ello sus antinomias y las consecuencias que se derivan de ello. Se trata, en definitiva, de desarrollar las competencias cognitivas de profundizar, problematizar y conceptualizar, y todo ello haciendo uso del viejo método de preguntas y respuestas, tras una exposición de las reglas del juego. No es de extrañar que la clave de su propuesta radique en el arte de preguntar y el arte de responder formulando hipótesis, en el arte de la dialéctica que es tanto saber hablar como saber escuchar, provocando la perplejidad en el interlocutor y, quién sabe, "ayudando a la mosca a salir del mosquitero", parafraseando a Wittgenstein.
Los adolescentes a los que Brenifier ha seducido con el vertiginoso ritmo que impone a sus preguntas y aseveraciones han vencido la incomodidad inicial al sentirse interpelados y reclamar de ellos una atención sin tregua, y han valorado favorablemente la experiencia. Y es que, salvo un puñado de voces que consideraran el taller una pérdida de tiempo, un impedimento en el desarrollo de la Programación (porque, además, no se llegaba a ningún resultado manifiesto), la mayor parte de nuestros alumnos y alumnas hablan del taller vivido como una actividad original, interesante, amena y divertida, que facilita el conocimiento de los demás y el autoconocimiento, gracias a la participación de todos.
Para terminar, dejamos abiertas dos preguntas que le planteamos al propio Brenifier: ¿es el diálogo de Sócrates, una dinámica a todas luces dirigida, un auténtico diálogo? ¿es esencial para la práctica del método socrático que sea capaz de movilizar nuestras emociones?

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